Hoy me
desperté cantando “Mediodías con amor”, de Alejandro Lerner. Me levanté con una
sensación de apremio consecuencia, creo yo, de la necesidad de encontrar la
manera de impedir que la revancha entre Vicky y “La Mole Moni” terminara
convirtiéndose en una masacre. Después de desayunar, me bañé y salí a recorrer la
ciudad en la furgonetita. Es cuando paseo sin un rumbo fijo cuando se me
ocurren las mejores ideas. Bueno, supongo que los domingos la cosa no funciona
del todo bien, porque lo único que se me ocurrió fue contactarme con el mimo
para que me revelara detalles del entrenamiento de La Mole.
Era muy
probable que por ser domingo fuera, en algún momento de la tarde, a hacer su rutina
a Plaza Francia, pero yo no estaba en condiciones de esperar tanto tiempo.
Necesitaba verlo cuanto antes y sacarme de la cabeza, o pasar al menos a un
segundo plano, la preocupación por la integridad física de mi amada. En el
conventillo no podía buscarlo, porque ya había estado ahí el viernes y no había
sido recibido de la mejor manera. Además, si preguntaba por él, iba a levantar
sospechas en relación a mis intenciones y, con justa razón, el rival podría
conjeturar que le teníamos miedo. Si el mimo estaba en el conventillo, no me
quedaría más remedio que esperarlo en la plaza a la tarde, pero la intuición me
decía que posiblemente estuviera en otro lugar con el que yo estaba
familiarizado.
Unos minutos
antes del mediodía estacioné la furgonetita frente a la casa de mi madre, bajé
y toqué timbre. Confirmando mis sospechas, fue el mimo quien abrió la puerta.
Se puso pálido al verme… En realidad, me imagino que se habrá puesto pálido,
porque, como siempre tiene la cara pintada de blanco, es prácticamente
imposible notar las variaciones en su tez. Le extendí la mano para saludarlo y,
tras dudarlo, me ofreció la suya. Noté que su guante había estado en contacto
con algún tipo de crema. Me limpié la mano en el pantalón y le pregunté por mi
vieja. Mediante gestos, me hizo saber que se estaba bañando. Aproveché el que
estuviéramos solos y, como quien no quiere la cosa, le pregunté cómo le estaba
yendo en el conventillo. Levantó ambos pulgares.
—Y decime,
¿estás colaborando con la preparación de La Mole? —le pregunté.
Siempre me
costó interpretar sus señas, pero por sus movimientos creo haber entendido que
su participación en el entrenamiento de La Mole se limita a enseñarle a hacer sombra.
—Ah, me
imagino que con todo lo que está creciendo —le dije—, Bicicleta no debe querer
que pierda agilidad.
El mimo
asintió con la cabeza.
—¿Y dónde
están comprando los anabólicos? —le dije, tratando de que mi pregunta sonara lo
más natural posible para que el mimo creyera que yo sabía y aceptaba lo que en
realidad sospechaba y no sabía ni aceptaba, aunque sí sabía, porque bastaba ver
el tamaño de La Mole para darse cuenta.
La pregunta lo
incomodó, pero antes de que pudiera responderme, mi vieja salió del baño
envuelta en un toallón violeta. Una toalla del mismo color cubría sus cabellos.
—¡Mimiiiii!
¿Seguimos con los masajes o almorzamos? —dijo—. ¡Natalio! No te había visto. ¿Qué
hacés por acá? ¿No querés quedarte a almorzar?
—No, dejá, ya
me iba —le dije y salí de ahí.
Por regla general,
siempre que alguien me hace una invitación iniciando la propuesta con la
palabra “no”, declino el ofrecimiento. Por regla general, siempre que mi vieja
se aparece ante mí envuelta en un toallón y hace referencia a unos masajes que
habría estado haciéndole el presunto culpable de la huida de mi padre, me voy a
la mierda. Creo que, sumada a la zunga abultada de Arnoldo Jorge Negri, la
imagen que vi hoy habrá borrado de mi subconsciente los últimos vestigios del
amoroso rostro de Daniel Amoroso.
Natalio, tenés razón nadie puede proponerte algo comenzando con una negación, es una contradicción en si misma, jodida tu vieja, saludos
ResponderEliminarSí, Anó, cualquier comentario, sin importar lo crudo que sea, sería un eufemismo para lo que en realidad es mi vieja.
EliminarSaludos!
Se me ocurre, Don Natalio, que durante el combate, en el público podría haber gente con pancartas con la cara de Daniel Amoroso, para embobar a la Mole Moni cuando le apunte a la cabeza de Vicky.
ResponderEliminarY no estaría mal que Vicky lleve pintada la cara de Amoroso en el protector pectoral.
No estaría mal, Fernando, siempre y cuando La Mole haya sido víctima del lavado de cerebro. De todos modos, mi objetivo principal es el de evitar que la pelea se lleve a cabo. Si no tengo éxito, consideraré tu plan.
EliminarSaludos!