Hoy me
desperté cantando “Sólo un momento”, de Vicentico. Ni bien terminamos de
desayunar, les dije a Luján y a Samuel que almorzaría en lo de mi madre, porque
no quería que supieran que iría al conventillo de Héctor “Bicicleta” Perales a
definir los detalles de la revancha entre su pupila y la mía. A los pocos
minutos, estacioné la furgonetita Volkswagen en la puerta de la casa de Vicky.
En la puerta, Arnaldo Jorge Negri parecía estar esperando a que alguien le
abriera.
—¿Qué hacés?
¿Ya golpeaste? —le pregunté.
—Sí, hace como
quince minutos —me respondió.
—¿Y?
—Nada, el
padre me dijo que Victoria se cambiaba y salía… La novia se hace esperar… je.
¿Cómo? ¿Este
tipo sabía que Vicky es mi novia? ¿O acaso está saliendo con él y conmigo al
mismo tiempo?
—¿Qué novia?
¿Qué sabés? ¿Por qué dijiste eso? —le pregunté.
—¡Nada! Es un
dicho, nada más. Estás un poco nervioso, che —dijo con su voz aflautada.
Diez minutos
más tarde, salió Vicky. Se había hecho un peinado de muchas trencitas tirantes
que resaltaba la belleza de sus rasgos. Arnoldo y yo nos habíamos quedado
paralizados y boquiabiertos.
—¡Vamos,
apúrense, que no me gusta llegar tarde! —nos dijo Vicky.
Para no
disgustarla, y porque se notaba que estaba impaciente, pasé algunos semáforos
en rojo camino al conventillo. Estacioné frente a la puerta. En la entrada, los
dos mocosos que me habían robado la escaladora nos indicaron que subiéramos
hasta la terraza, que Héctor nos estaba esperando. La condición física de Vicky
sigue siendo un tema que me preocupa. No habíamos terminado de subir la segunda
escalera y ya estaba agitada. Tuvimos que asistirla para que pudiera trepar los
últimos escalones. En la terraza, Héctor “Bicicleta” Perales estaba sentado
frente a una mesita redonda. “La Mole Moni” y el mimo estaban parados, de
brazos cruzados, uno a cada lado de él. La Mole eclipsaba el sol. De algún
modo, se las había arreglado para crecer de forma descomunal desde la primera
pelea. ¿Estaría consumiendo anabólicos? Nos acercamos y ocupé una silla vacía
frente a Bicicleta. Vicky y Arnoldo se pararon uno en cada uno de mis costados.
El tamaño de La Mole intimidaba. Arnoldo parecía pequeño parado frente a ella.
Sin demorarse
en formalismos, Héctor “Bicicleta” Perales leyó las condiciones de la pelea. La
misma tendría lugar la noche del sábado seis de julio en la sede central de la
Iglesia Universal del Reino de Dios. Sería un combate a diez rounds,
contemplando la regla de las tres caídas, sin cascos protectores. Todos
estuvimos de acuerdo. Bicicleta fue el primero en firmar el papel, después
firmé yo, después el mimo, después Arnoldo, después La Mole y, por último,
Vicky.
Desde el
conventillo nos fuimos al gimnasio. No había tiempo que perder. Diez rounds
eran muchos para el estado físico en el que se encuentra Vicky. Arnoldo diseñó
una rutina y Vicky entrenó duro hasta muy avanzada la noche.
Cuidala a Vicky, es muy claqueta, pero le tengo de, saludos
ResponderEliminarSí, lo sé, Anó. SIempre pensé que Vicky era un poco claqueta.
EliminarSaludos!
Parece que se me corrió el idioma...y van 10...Jajaja, traduzco, «cuidala a Vicky, es muy flaquita, pero le tengo fe» saludos
ResponderEliminarOjo! porque "claqueta" no está nada mal.
Eliminar¿Diez qué, Anó? ¿Diez idiomas que se corren? Qué cosas extrañas te pasan últimamente.
EliminarSaludos!
Don Natalio, ¡mucho cuidado! Lo que menos te hace falta es que te incauten la furgonetita por cruzar semáforos en rojo.
ResponderEliminar¡Salud!
Muchas gracias, Fernando, por preocuparte. No estoy orgulloso de lo que hice, pero Vicky estaba muy ansiosa.
EliminarSaludos!