martes, 18 de junio de 2013

Día 169 - La misiva

Hoy me desperté cantando “Como bolita”, de Cantaniño. Hacía sesenta y seis días que no despertaba cantando una canción infantil. Me pregunto cuánto habrá influido en esta regresión la negativa de Vicky a mi propuesta de vivir juntos. Para colmo, mi amada no vino a desayunar, porque mi primo Luján, de Luján, le preparó viandas congeladas que cubren todas las comidas de los próximos treinta días, para que, sea cuando sea la pelea, ya no se preocupe por su alimentación. Mientras Samuel, Luján y yo desayunábamos en el más absoluto de los silencios, sonó el timbre. Sin esperar que uno de mis convivientes se ocupara del asunto (porque cada uno tiene sus responsabilidades, y así como Luján cocina, plancha, limpia y lava los platos y la ropa, a mí me toca encargarme de atender cada vez que alguien llama a la puerta de calle o a la del monoambiente), caminé hasta el portero eléctrico y pregunté:
—¿Quién es?
Del otro lado nadie respondió; sólo pude oír una respiración agitada. ¿Qué hacía el mimo acá? ¿Por qué nos visitaba?
—¡Subí! —le dije y accioné el botón para que abriera la puerta.
A los pocos segundos alguien golpeó a la puerta. Efectivamente, abrí y me encontré con el mimo. Sin decirme nada, sin siquiera hacer un gesto, me entregó un papelito plegado en cuatro partes. Mientras lo desplegaba para leerlo, me corrí para que pudiera ingresar al departamento. Luján y Samuel lo recibieron con mucha alegría, lo abrazaron y lo invitaron a desayunar.
—¿Cómo te está yendo en la pensión? —le preguntó Luján.
Como toda respuesta, el mimo levantó uno de sus pulgares. Aunque es una persona con la que prefiero no compartir ni un segundo de mi vida, debo reconocer que me sorprendió gratamente el hecho de que le hubiera mentido a Luján para que no supiera que en realidad estaba viviendo en el conventillo de Héctor “Bicicleta” Perales. Era la prueba de que me respetaba y de que tenía un interés sincero por la salud mental de mi primo.
El papel que me había entregado tenía la firma inconfundible de Bicicleta, cuya particularidad residía en que tanto la “o” de “Héctor” como el punto sobre la “i” de su apodo simulaban ser ruedas de bicicleta. Para leerlo tranquilo y no levantar sospechas, aproveché que los demás estaban distraídos poniéndose al día y compartiendo anécdotas de la última excursión de nuestro proyecto turístico “El Pasea Porros”, y me encerré en el baño. La nota decía lo siguiente:
Don Natalio Gris, le envío mediante emisario la presente misiva con el objeto de comunicarle que mañana, miércoles 19 de junio de 2013, los espero en mi conventillo a usted y a su equipo de trabajo para que ultimemos los detalles del combate que enfrentará a nuestras pupilas.
Sin más, se despide de ud.
Héctor Bicicleta Perales

4 comentarios:

  1. Supongo que Samuel y el Primo Luján se convertirán, de pronto, en equipo de trabajo.
    Yo no descartaría a Arnoldo, que puede servir para imponer musculatura si fuera necesario.

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    1. Arnoldos, lamentablemente, ya es parte del equipo. A Samuel y a Luján no los cuento por ahora, porque no quiero que sepan que el mimo está viviendo en el conventillo.
      Saludos!

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  2. Menudo lío Natalio, y te metes vos Solito, saludos

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    1. Sí, Anó, meterme en líos solo no me cuesta. Lo difícil es salir.
      Saludos!

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