martes, 11 de junio de 2013

Día 162 - El reemplazo de Ismael

Hoy me desperté cantando “Bicycle race”, de Queen. Apremiado por el entusiasmo de Vicky, salí en ayunas a la calle, rumbo al conventillo en el que había vivido, para reunirme con Héctor “Bicicleta” Perales y tratar de convencerlo de organizar la revancha entre mi amada y “La Mole Moni”.
—Héctor —le dije cuando llegué.
—Don Natalio —me respondió tras darle un largo sorbo al mate.
—Ante todo permítame aclararle que vengo solo y en son de paz —le avisé.
—Vengás como vengás, no sos bienvenido en esta casa —me dijo—. Vení, seguime, vamos a la vereda.
Una vez afuera, le dije que había ido con la intención de hacerle una propuesta.
—Soy todo oídos —me respondió.

—Mire, estuve pensando en que podríamos organizar la revancha entre Mónica y Victoria, ¿no le parece? Podríamos alquilar un local más grande, promocionar el evento, conseguir boxeadoras para peleas previas y hasta cobrar la entrada.
—Imposible —me dijo mientras se cebaba otro mate.
—¿Por qué imposible? —le pregunté.
—En primer lugar, porque estamos muy ofendidos con vos, Don Natalio. Nosotros te abrimos las puertas de esta casa y vos nos pagaste con la traición.
—Yo no traicioné a nadie. ¿Qué esperaba que hiciera?, ¿que le pidiera a mi pupila que se dejara ganar?
—Bueno —me dijo—. Supongamos que tenés razón; que te perdono y logramos superar esa diferencia. De todos modos la revancha sería impracticable.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Porque Moni no pelea más. Se retiró del boxeo.
Me quedé sin palabras. Por primera vez en toda la mañana, no supe que decir.
—Desde que vos y tus secuaces nos robaron al mocoso —continuó diciendo—, ella cayó en un estado de depresión muy profunda y no quiere hacer nada. Para que te des una idea, ni siquiera participó del último campeonato de eructos en el bar de la esquina, y eso que era la defensora del título.
—Y ¿qué piensa que podría hacer yo para colaborar con su recuperación y su vuelta a los cuadriláteros?
—Fácil. Devolvenos al pendejo y ella va a recuperar las ganas de pelear.
—No. Imposible —le dije—. Yo no puedo entregarles a mi primo Luján.
 —Mirá, yo ya sé que no se llama Luján. Se llama Ismael, y ni siquiera es tu primo —me dijo en tono severo.
—No importa. De todos modos no puedo entregarlo, pero puedo traerles un reemplazo.
—No sería lo mismo. Nos habíamos encariñado con el Isma.
—Este es calladito, tranquilo… Te prometo que les va a gustar. Si no les gusta, me lo devuelven. Y si querés, te lo mando con la escaladora como garantía.
Héctor “Bicicleta” Perales adoptó una expresión pensativa, clavó la vista en el piso, a un costado del píe que se entretenía repiqueteando, vertió las últimas gotas de agua caliente en el mate lavado, sorbió largamente hasta oír el ruido del final y me dijo:
—Está bien. Démosle una oportunidad al calladito.

Perfecto. Ahora sólo tengo que comunicarle al mimo que ya no tiene necesidad de seguir durmiendo en la bañera, porque le conseguí un lugar donde vivir.

2 comentarios:

  1. Don Natalio, ¿no es abrirle el campo al Mimo para que se encuentre con tu vieja? A mi me parece que tendrías que Negociar eso con Bicicleta, que nada de mujeres en el conventillo...

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    1. Lo sé, Fernando, pero ya son adultos. Que hagan lo que quieran, pero lejos de mí.
      Saludos!

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