Hoy
me desperté cantando “The show must go on”, de Queen. Mientras cantaba, pensaba
que tal vez tendría que desentenderme por unos días de todo este asunto de la
conspiración, porque por estar tan pendiente de Daniel Amoroso y el Lugar
Especial, y por estar tan ocupado con los preparativos de la primera excursión
oficial de nuestro proyecto turístico, había descuidado a Luján, que aún sufría
las consecuencias de los días que había pasado como prisionero en el
conventillo de Héctor “Bicicleta” Perales. Desde su regreso, no sólo se había
ocupado de preparar todas y cada una de las comidas, sino que además se encargaba
de mantener, en la medida de lo posible, el orden y la limpieza del
monoambiente.
Con
la intención de aliviar la carga de sus obligaciones, me contacté con la
agencia de servicios de limpieza a domicilio y les pedí que enviaran a “Lucrecia”.
Estábamos terminando de almorzar cuando sonó el timbre.
—¿Quién
es? —pregunté.
—Lucrrrrecia,
de la agencia —respondió una voz al otro lado del portero eléctrico.
La
falsa Lucrecia se sorprendió al verme bajar del ascensor, pero más se
sorprendería al enterarse de que había sido yo quien había llamado a la agencia
requiriendo sus servicios.
—¿Usted,
señorrrr? —me preguntó.
—Sí
—le dije—. Ahora estoy viviendo acá.
Subimos
y, tras presentarle a mis convivientes, le mostré el departamento. Samuel y el
mimo le estrecharon la mano sin decir una palabra. Luján la saludó amablemente
y le hizo una pregunta en un idioma incomprensible. Hasta que la falsa Lucrecia
le respondió hablando de la misma manera, temí que Luján hubiera perdido el
juicio. Al parecer, Luján hablaba ucraniano de manera fluida.
En
cuarenta minutos Lucrecia había terminado de limpiar el monoambiente y,
aprovechando que la agencia imponía un mínimo de una hora, se quedó unos
minutos hablando con Luján. Al cumplirse la hora, bajé con ella para abrirle.
—Disculpe
el atrrrevimiento de haberrrme quedado, señorrr —me dijo—, perrro hacía tanto
tiempo que no hablaba con alguien en mi idioma, que no pude rrresistirrrme.
—No
hay problema, Lucrecia.
—¿Sabe
una cosa? Yo fui a buscarrrrlo un día a su antiguo deparrrtamento.
—¿Para
qué? —le pregunté, un algo sorprendido.
—Porrrque
querría que usted me dejarrra usarrr su bolsa parrra poderrr entrrrenarrr.
Perrro cuando fui usted ya no vivía ahí y nadie supo decirrrme adónde se había
ido.
—¡Cierto
que vos eras boexeadora! —le dije.
—Después
me enterrre de que una pupila suya había ganado una pelea y que usted estaba
viviendo en un conventillo, perrro cuando fui a buscarrrlo, también se había ido
de ahí y tampoco supierrron decirrrme adónde se había ido. Desde que fui a su
casa la última vez y vi la bolsa de boxeo, me vinierrron muchas ganas de
volverrr a entrrrenarrr. Estaba pensando que tal vez usted quisierrra serrr mi
entrrrenadorrr.
—Mirá,
Lucrecia —le dije mientras le abría la puerta de calle—, con gusto te
entrenaría, pero yo soy un hombre de una sola mujer. Hoy por hoy mi corazón
tiene una dueña a la que me debo completamente. Antes de tomar cualquier
decisión, tendría que consultarlo con ella.
—¡Bah,
usted es un boludo. Yo no quierrro casarrrme. Solamente entrrrenarrr! —dijo y
se fue.
No
me importa lo que ella piense. No necesito más mujeres en mi vida. Esta noche
voy a ir a ver una obra de teatro con Vicky. ¿Qué más puedo pedir?
Natalio estás un poco paranoico Lucrrrrrrecia tiene razón, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó, pero, a riesgo de pasar por paranoico, quiero que las cosas estén claras.
EliminarSaludos!
No hagas caso del anónimo Natalio, haces bien en mantenerte fiel a un sólo amor. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco, por el apoyo.
EliminarSaludos!
jajajaja Natalio, creo que has sido sincero, pero cualquier chica habría entendido lo que Lucrecia entendió. Ella no se te estaba ofreciendo como mujer, solo te pidió que la entrenaras. Creo que va siendo hora que te relaciones con otras mujeres, no porque creo que debas olvidar tu amor, sino porque tus amigos necesitan relacionarse con otras chicas. Por ejemplo, Lujan le prestó atención. Puede que a él le venga bien conversar con Lucrecia. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lumy, por el consejo. Puede que estés en lo cierto. Aunque no lo parezca, me cuesta mucho interpretar a las mujeres.
EliminarSaludos!
¡Ojo! Lo que dice Lumy M.Q puede ser una punta interesane... ¿quién te dice que Luján, de Luján, que tiene tantas capacidades, no tenga, además, un arte para entrenar boxeadoras ucranianas?
ResponderEliminarEspero que no, Fernando, porque Vicky y Lucrecia tienen contexturas similares. Temo que terminen enfrentándose y enfrentándonos a mí y a Luján.
EliminarSaludos!