Hoy me
desperté cantando “A cada hombre, a cada mujer”, de Serú Girán. Creo que yo
cantaba las partes de Aznar, Samuel las de Lebón y mi primo Luján, de Luján,
que es el más virtuoso de nosotros tres, cantaba las partes de Charly García.
Esta vez Luján se anticipó a las artimañas de Samuel y preparó el desayuno por
propia iniciativa. Después de desayunar, Samuel sugirió que jugáramos a algún
juego de mesa. Propuse el Poker y el Pictionary, pero los rechazó, supongo que
porque el nombre de ambos comienza con la letra “p”.
—¿Por
qué no jugamos a Dígalo con mímicas? —preguntó Luján.
Yo no
estuve de acuerdo, porque ese juego me recuerda a mi padre ausente, pero, tras
una votación en la que el “Sí” se impuso por dos votos contra uno, se decidió
que jugaríamos de todos modos. Por suerte, cuando Samuel comenzó a hacer
morisquetas que me resultaban indescifrables, sonó el timbre.
—¡Atiendo
yo! —dije, me puse de pie y corrí hacia el portero eléctrico.
—¿Quién
es? —pregunté, pero nadie respondió.
Volví a
sentarme, Samuel recomenzó sus mímicas y el timbré sonó nuevamente.
—¡Yo
voy! —dije, me puse de pie y corrí hacia el portero eléctrico.
—¿Quién
es? —pregunté, pero nadie respondió. —¿Quién es? —insistí y, aguzando el oído,
percibí una respiración agitada al otro lado del portero.
Volví a
sentarme. Compenetrado con su representación, Samuel se tapó la nariz, infló
los cachetes y se agachó lentamente, balanceando su cuerpo hacia los costados.
¿Qué mierda estaba haciendo? No tenía ni la más remota chance de adivinar. Por
suerte, volvió a sonar el timbre.
—¡Déjenme
a mí! —dije, me puse de pie y corrí hacia el portero eléctrico.
—¿Quién
es? —pregunté, pero nadie respondió. —¿Quién carajo es? —insistí y no obtuve
respuesta.
Movido
por el deseo de escaparme del Dígalo con mímicas más que por mi vocación de
servicio, tomé las llaves y bajé hasta la puerta de calle con la intención de descubrir quién
era el chistoso que estaba dele joder con el timbre. Al salir del ascensor en
planta baja comprendí todo. Palpando el vidrio de la puerta de entrada como si
estuviera en medio de uno de sus números artísticos, el mimo de Plaza Francia
que oficia de traductor en las excursiones de “El Pasea Porros” miraba hacia
adentro con ojos cargados de angustia. Cuando le abrí me dio un abrazo y
comenzó a sacudir los brazos a toda velocidad. No pude entender lo que quería
decirme, pero se me ocurrió que, ya que Samuel y Luján querían jugar a las
adivinanzas, podría invitarlo a subir para que ellos tradujeran el mensaje del
mimo a un lenguaje audible e inteligible.
—Vení.
Subí —le dije.
El me
mostró la palma de una mano, dio media vuelta y se fue. Finalmente había
logrado interpretar una seña: me había pedido que lo esperara. A los pocos
segundos regreso cargando un bolso gigantesco. Subimos y les expliqué a mis
convivientes lo que estaba sucediendo. El mimo comenzó a hacer señas a toda
velocidad. Samuel puso cara de no estar entendiendo una mierda. Luján, en
cambio, se puso de pie, caminó hasta quedar frente al mimo e
interactuó con él, alternando gestos y señas a la misma velocidad. Después se
acercó a mí y, hablándome en voz baja, me dijo:
—Parece
que la mujer lo rajó de la casa porque, según parece, tienen serios problemas
de comunicación. Fue a verla a Vicky para ver si podía ayudarlo y ella le dijo
que…
—Sí,
sí, ya sé. No hace falta que me digas nada —dije, interrumpiéndolo—. Le dijo
que este monoambiente es un poco chico, pero que mi corazón es grande y no voy
a tener problemas si viene a vivir acá con nosotros. Pero, la verdad, no sé
cómo nos vamos a acomodar.
—Dale,
Don Natalio, sé bueno. Quedémonos con el mimo —dijo Samuel.
—Sí,
por favor. Mi vieja nunca me dejaba tener mascotas —agregó Luján.
—¡Está
bien! ¡Está bien! Se queda —les dije—. Pero va a tener que dormir en la bañera.
Como si
fueran integrantes del mismo equipo de fútbol y estuvieran celebrando un gol,
los tres se fundieron en un abrazo. Después se pasaron el día entero jugando a
Dígalo con mímicas. El mimo hacía lo suyo y los otros dos trataban de adivinar.
Yo no participé. Preferí recostarme y mirar para otro lado.
Míralo de esta manera. Te has ganado 3 hermanos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Rompecabezas y Matices, por la mirada optimista. Viviendo en estas condiciones me es muy difícil ver el lado positivo de las cosas.
EliminarSaludos!
Me encanta jugar al dígalo con mímica, me invitan? Saludos
ResponderEliminarNo sé, Anó. Tendrías que preguntarles a los botarates de mis convivientes.
EliminarSaludos!
Fumáte un porro, Don Natalio. Te va ayudar a fumarte a los conviventes.
ResponderEliminar¡Salud!
Se me ocurrió, probé, no funcionó.
EliminarSaludos!