Hoy
me desperté cantando “Juntos a la par”, de Pappo Napolitano. No sé si la exposición al
humo del cannabis habrá potenciado las alucinaciones que tengo desde que fui
por primera vez al Lugar Especial, pero ayer casi que no pude conciliar el
sueño, porque ni bien cerraba los ojos se aparecía ante mí la imagen de ese
rostro familiar que no logro identificar. Sé que lo he visto anteriormente,
pero no recuerdo ni dónde ni cuándo. Para tranquilizarme, llené la bañera y,
esta vez sí, tomé un baño de inmersión. Fue inútil. Bastaba con que sumergiera
la cabeza en el agua para que la cara subyugara mi conciencia cobrando
dimensiones gigantescas.
Conturbado,
abandoné la bañera, me puse la bata rosa de Vicky y salí del baño. Al igual que
ayer, Samuel había entrado y se había sentado en una de las cuatro sillas que
había en torno a la mesa. Esta vez, en lugar de vestir un traje y estar peinado
a la gomina, vestía un yoguin gastado, estaba despeinado, como si se hubiera acostado
con el pelo mojado, y tenía un bolso sobre la falda.
—¡Samuel!
¿Qué hacés acá? —le pregunté.
—Nada.
Me fui de mi edificio y no tenía adónde ir. La llamé a Vicky y me dijo que su
monoambiente es chico, aunque tu corazón es grande y no vas a tener
inconvenientes de que viva acá con vos, al menos durante unos días —me dijo el
hombre sin “p”.
—Pero
¿por qué te fuiste? ¿Qué pasó?
—Nada.
Abono antes del vencimiento el ABL, la luz, el gas, el agua, el teléfono, el
cable, el alquiler. Sin embargo, razones obvias me llevaron a dejar de abonar
las… las… Vos sabés —me dijo.
—¿Las
expensas? —le pregunté.
—Sí.
Me niego a abonar cualquier cosa que contenga la letra que en el abecedario se
ubica entre la “o” y la “q”. Desde el consorcio me advirtieron unas cuantas
veces y finalmente me desalojaron.
—¿Y
no tenías otro lugar adónde ir?
—Sabía
que te iba a molestar que viniera —dijo en tono lastimero.
—No,
amoroso, para nada, pero me llama la atención que prefieras pasar los días
conmigo en un monoambiente pudiendo estar con tu familia o tus amigos.
—Somos
más que amigos, Don Natalio —me dijo—. ¡Somos socios! Además, con mi familia
las cosas no están del todo bien. Otro día te cuento. No faltará la ocasión.
Ahora, si no te molesta, me gustaría darme un baño así me relajo.
—Dale,
amoroso, metele nomás. Aprovechá que no le saqué el tapón a la bañera y todavía
está llena. Eso sí, buscate un toallón, porque la bata de Vicky no la comparto.
La
puta que lo parió. Estoy seguro de que este tipo se vino a vivir conmigo porque
no quiere que Vicky y yo pasemos tiempo a solas. Está celoso, lo que no deja de
ser una buena señal, pero tendré que aguantarlo viviendo conmigo, a él y a su
obsesión maníaca por nunca pronunciar la puta letra “p”.
Todo tiene un límite, la vata no se comparte, saludos
ResponderEliminarNo me malinterpretes, Anó. Si el interesado no fuera Samuel y la bata no fuera de Vicky, la prestaría.
Eliminarque extraña anécdota... pero no por eso no es interesante... y ahora lo tendrás viviendo contigo o lo piensas sacar a patadas?
ResponderEliminarNo puedo echarlo, Dan, porque el departamento en el que estoy viviendo no es mío. Ni siquiera estoy pagando alquiler, y él es amigo de la dueña desde hace más tiempo.
EliminarSaludos!
Supongo que no tienes otra opción que tenerlo en casa. Saludos.
EliminarEfectivamente, Lumy, no existe otra opción.
EliminarSaludos!
Don Natalio, en un arranque de algo parecido a la lucidez, veo que hay un proceso metamorfósico (si acaso se dice así):
ResponderEliminar1) Las zapatillas de Jessica Cirio te han creado un culo envidiable y que ha sido tu fuente de ingresos en los últimos capítulos.
2) El uso de la bata rosa de Vicky
3) El reiterado e insistente adjetivo "amoroso", que ha recrudecido en este último capítulo.
En fin, no quiero sacar conclusiones apresuradas, pero ¡Ojo!, no sea que vayas camino a transformarte en otro. (U otra, I don't know)
¿Y por qué no sumarle un numerito de Drag Queen a las excursiones? Muchas gracias, Fernando. Tu comentario ha sido inspirador.
EliminarSaludos!
Me alegra saberme inspirador. Muchas gracias, Don Natalio.
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