lunes, 18 de marzo de 2013

Día 77 - Tras los pasos de mi padre

Hoy me desperté cantando “Color esperanza”, de Diego Torres. Los purretes del conventillo, que a esa hora de la mañana estaban preparándose para ir al colegio, se acercaron hasta mi habitación y, tomados de la mano, formando una ronda en torno a mí, comenzaron a girar y a cantar los coros. En la parte que dice "pintarse la cara color esperanza" recordé a mi padre, del que días atrás me enteré que había sido mimo, y me quebré al punto de casi no poder continuar cantando. Cuando terminé sentí que nada podía resultar bien y caí en una depresión tan profunda que tuve deseos de abandonar todo: el gimnasio, el proyecto de El Pasea Porros, la búsqueda de mi padre, la lucha por recuperar mi departamento, el desmantelamiento de la secta que se esconde detrás del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos, mis planes para enamorar a Vicky… Todo. Supuse que había llegado el momento de hacerle una nueva visita a mi terapeuta amigo, aunque tenía mis reparos, porque él había sido quien me había recomendado el Grupo de Ayuda y era posible que estuviera involucrado en la secta que este grupo escondía. De todos modos, en caso de que así fuera, el que me viera en ese estado de depresión reforzaría en el moderador la idea de que mis Problemas Pelotudos estaban desbordándome.
No tenía energías ni para afeitarme ni para bañarme. Tras desayunar fui hasta el edificio en el que se encuentra su consultorio y toqué timbre.
—¿Quién es? —preguntó su voz al otro lado del portero eléctrico.
—Don Natalio Gris —le respondí.
—¿Natalio? ¿Qué hacés acá? —preguntó algo alarmado.
—Nada, estoy un poco deprimido. Necesito una sesión de urgencia.
—Mirá, hoy no pensaba atender. Estoy en calzoncillos y no tengo ganas de vestirme para bajar a abrirte. ¿No querés pasar mañana?
—No creo que aguante. Estoy desesperado.
—Es que estoy con una mina —me dijo—, de trampa… Lo que te puedo ofrecer es que tengamos la sesión a través del portero eléctrico, te cobro la mitad y te dejo que me lo pagues la próxima vez que vengas.
Bueno, si esa era la única opción, no podía más que acceder. Le conté a través del portero que creía que mi depresión no tenía cura, que me había enterado de que mi viejo había sido mimo, que por lo que pude deducir del relato de mi vieja, se habían separado porque mi viejo no dejaba títere con cabeza.
—Recapitulemos —me dijo—. Si no entendí mal, caíste en la depresión porque un cura viejo que te hacía mimos se fue con una vieja titiritera. ¿Qué pasa, Natalio? ¿Otra vez estuviste consumiendo hongos?
Al parecer el ruido de los autos que pasaban por la avenida no le permitía oírme con claridad. Esperé a que el semáforo interrumpiera el tránsito e insistí.
—Mirá —me dijo—, el ser humano se pinta la cara cuando se siente incómodo con algún aspecto de su vida o su personalidad. Tal vez tu viejo se pintaba la cara porque era muy tímido y así se animaba a hablar con las mujeres... Nunca se me había ocurrido, pero podrías hacer lo mismo para superar tu miedo al sexo opuesto... Hablando de sexo opuesto, Natalio, tengo asuntos que atender. Nos vemos la próxima. No te olvides de traer el dinero.
Los consejos de este tipo me desconciertan. A veces me invade la sospecha de que se ganó el título en un sorteo. Aunque, pensándolo bien, con probar no se pierde nada. Quién sabe, quizá pintándome la cara me atreva a decirle a Vicky todo lo que siento por ella.

4 comentarios:

  1. Natalio te recomiendo que busques un terapeuta conductista, el diván no garpa, saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Anó Nimo, por el consejo. El diván no garpa, siempre garpo yo.
      Saludos!

      Eliminar
  2. Y quién que, así como hay falsos médicos, no hay falsos psicólogos.
    El comentario no es alentador, pero a veces la cruda realidad es mejor que una realidad demasiado cocinada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si hablamos de jamón, entre crudo y cocido, me quedo con el crudo.
      Saludos!

      Eliminar