lunes, 4 de marzo de 2013

Día 63 - Durmiendo en la calle


Hoy me desperté cantando “En un hotel de mil estrellas”, de Los Rodriguez. ¡Me cago en los poderes premonitorios del dj en mi cabeza! Ni bien me levanté, me di una ducha con agua bien caliente. Hacía mucho que no trabajaba tantas horas seguidas como ayer y me dolían las piernas por haber pasado tanto tiempo de pie. Si bien mi situación económica no es la mejor, porque tengo lo justo y necesario para pagar mañana el alquiler y algunos pesos más de las propinas que me dieron en la estación de GNC, sentí que me había ganado un buen desayuno en una confitería por la que siempre paso y a la que nunca me decido a entrar. Sí, quería comenzar la semana de la mejor manera.

Una hora más tarde volví a mi departamento con la panza llena y el corazón contento, cargado de energías para ocuparme de mí, de Vicky y de todos los asuntos que daban vueltas en mi cabeza. Para mi sorpresa, la que no daba vueltas era la llave. La metí en la cerradura y quise abrir, pero no funcionaba. ¡La puta madre! Lo único que me faltaba era tener que llamar a un cerrajero para poder entrar a mi departamento. No estaba en condiciones de afrontar ese gasto. Me iban a sacar hasta lo que no tenía. Como alguna vez había bajado del ascensor en el piso equivocado y me había ganado la fama de degenerado entre las vecinas del quinto, giré la cabeza para corroborar que aquel fuera mi piso. Efectivamente, estaba en el séptimo. Insistí una vez más con la llave, al derecho, al revés; intenté con otras llaves, pero no hubo caso. Desbordado por la bronca, propiné a la puerta una patada que casi la saca de su eje. Desde el interior de mi casa una voz firme me dijo:
—¿Qué anda pasando? ¿Qué hace ahí? ¡Desfachatado!
—¿Delia? —pregunté con incredulidad.
Delia era la dueña del departamento. La nazi que no toleraba ni diez minutos de retraso en el pago del alquiler.
—¡Sí, ella misma —me dijo—, y lo estoy desalojando!
—Pero ¿por qué? —le pregunté— ¡Si mañana es cinco y el contrato es muy claro en ese punto: tengo hasta el mediodía del día cinco para pagar el alquiler!
—¡Sí, pero el contrato también dice que usted tiene que tener un trabajo digno y estable, y sé de buena fuente que ya no está trabajando donde trabajaba y que anda metido en cosas raras, visitando la morgue judicial, asistiendo a casas de mala reputación y vistiéndose con ropa de mujer! ¡Hasta tuvo a un purrete metido acá una semana! ¡No quiero a un drogadicto degenerado en mi departamento!
Uffff. A esta vieja le deben pagar la jubilación los de la SS. Lo de las calzas entiendo que lo sepa, porque cualquier vecino pudo haberme visto cuando volví del trabajo, pero ¿cómo hizo para enterarse de mi visita accidental a la casa clandestina de la Sociedad Argentina de Swingers? ¿Y qué supone que hacía en mi casa el Esclavito Contento?
—¡Dele, Delia! —le dije en plan conciliatorio— ¡Dejemos de gritar a través de la puerta! ¡Abra, por favor, así hablamos tranquilos!
—¡No! ¡Váyase, delincuente, o llamo a la policía!
Pensando seriamente en la posibilidad de buscar un hacha y emular al ruso Raskólnikov, insistí con la llave.
—¡No se gaste! —me advirtió Delia— ¡Cambié la cerradura!
—¡Está bien, Delia! ¡Al menos déjeme pasar para buscar unas cosas!
—¡Son cien pesos! —me dijo— ¡Páseme el dinero por debajo de la puerta y lo dejo pasar!
Resignado a la idea de maltratar a una anciana, pasé un billete de cien por debajo de la puerta y esperé a que me abriera para darle unos cuantos sopapos y echarla del departamento que por ley era mío hasta que se venciera el contrato. Para mi sorpresa, la muy turra tenía una escopeta de doble caño y me apuntaba como si fuéramos Elmer y Bugs Bunny.
No deja de impresionarme la manera en la que la presión optimiza el rendimiento humano. En menos de una hora, con Delia persiguiéndome a punta de escopeta por el departamento, junté mi ropa, algunas otras cosas y me fui. Hasta pude desarmar y volver a embalar la escaladora que tantos problemas me había dado. Ahora estoy en la calle, deambulando con mi mochila de mochilero, la caja de mi escaladora y el colchón sobre el que durmió mi primo Luján, de Luján, durante su estadía en mi ex departamento; el mismo colchón sobre el que Vicky y yo dormimos en cucharita invertida. Estoy buscando un lugar en el que pasar la noche, porque la noche está llena de tristeza durmiendo en la calle, cerca de mi casa…

12 comentarios:

  1. Que mala persona. ESCALOFRIANTE historia, aunque por desgracia algo que en mi país ya se está viviendo de manera asquerosamente cruel incluso con niños y ancianos o enfermos por delante. Me encanto leerte. Siento haber empezado por este capítulo, ya que no sé si es real, ficticia o simplemente algo que alguien que escribe relato muy bien, o sea una buena historia, pero creo que me tendrás por aquí de visita a menudo.
    Yo también escribo, espero que el fin porque no me gusta el span, si quieres encontrarme lo puedes hacer por google. Un saludo

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    1. Muchas gracias, Isaboa, por tu comentario. Salvo que un ser sádico haya escrito el libreto de mi vida sin que yo lo supiera, todo lo que me sucede es real. Agradezco tu visita, ya que necesito de la ayuda de todos para desactivar la crisis de los 30. Muy lindos tu blog y tus poemas.
      Saludos!

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  2. Natalio, acá estoy para lo que necesites, podés contar conmigo en este momento aciago. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Fernando. No sé con exactitud qué significa aciago y no quiero gastar la poca batería que me queda en el teléfono buscando en el diccionario, porque estando en la calle no tengo dónde enchufarlo, pero entiendo que me estás ofreciendo tu ayuda. Esta noche me arreglo. Por suerte no está haciendo frío, pero si sigo en la mala voy a tener en cuenta tu ofrecimiento.
      Saludos!

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    2. Natalio, no gastes en teléfono, para eso estamos acá (no sé si muy rápido, pero seguro que puedo responder tus consultas al diccionario)
      aciago, ga.
      (Del lat. aegyptiācus [dies], día fatal).
      1. adj. Infausto, infeliz, desgraciado, de mal agüero. (Respecto al mal agüero, no dice si habla del Kun en referencia al quilombete con su ex pareja).

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    3. Muchas gracias, Fernando, por el consejo. Así hago.
      Saludos!

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    1. No te comprendo, Anó Nimo, cuando escribís en francés, pero gracias de todas formas.
      Saludos!

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  4. Realmente impactante, creía que era ficticio pero me encanta las historias reales, suerte nada malo es para siempre, ya encontraras un lugar donde alojarte, yo sigo leyendo tu historia me parece muy interesante éxitos y ojalá puedas desactivar la crisis de los 30.

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    1. Muchas gracias, Catherine, por los buenos deseos.
      Saludos!

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  5. Lo importante de las crisis es aprender a salir adelante con lo que se tiene a mano natalio , todavia recuerdo un cumpleanos en el que un amigo purgo el intestino en un vestuario y se limpio con los numeritos de chapa para cambiar loa jugadores , saludos y espero que de algo te sirva

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    1. Muchas gracias, Anó Nimo. ¿Que de algo me sirvan los numeritos de chapa? Te agradezco, pero prefiero valerme de los elementos convencionales.
      Saludos!

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