Día 3 - El pasea porros

Hoy me desperté cantando “Sólo se vive una vez”, versión de Azúcar Moreno. Mi situación empeora día a día. Es probable que tanto revolver en el pasado me esté haciendo mal. Por hoy, como medida preventiva, voy a suspender el revisionismo y voy a concentrarme en el futuro. Ideas tengo de sobra, pero ninguna parece adaptarse a la coyuntura del país. Debo reconocer que parte de la culpa es mía… A veces me cuesta un poco ponerme las pilas con un proyecto determinado. Sin embargo, el recuerdo de ayer acerca de los perros me sugirió una idea que quizá pueda andar. Estaba pensando que, así como existen los paseadores de perros, yo podría convertirme en un “paseador de porros”, el primer paseador de porros del país.

No se confundan. No estoy planeando hacer carrera como dealer. El tema está más relacionado con el turismo. En primer lugar, tendría que conseguir una de esas furgonetitas Volkswagen y pintarla con una onda muy sesentosa, y después sólo sería cuestión de conseguir turistas que estén interesados en participar de un tour “diferente” por las zonas más características de Buenos Aires. Iríamos de La Boca al Obelisco, del Obelisco a Recoleta, de Recoleta a San Telmo y en cada parada probarían cannabis de un varietal distinto. La principal ventaja radica en que no tendría que estudiar para hacer de guía, porque, seamos sinceros, ¿a quién en ese estado le interesa saber el año en el que inauguraron el Obelisco o quién vivió en tal casa o quién mató a tal prócer por haberse metido en la enagua de la hija de tal otro prócer?

Tal vez, para reforzar la identidad de la idea, sería bueno que contacte a alguna agrupación de sadomasoquistas para ofrecer en las excursiones la posibilidad de participar, por unos pesitos extra, en un juego de roles. Vendería el paquete “Sádico” para quienes quisieran hacer las veces de paseadores y el paquete “Masoquista” para quienes estuvieran interesados en recorrer la ciudad como perros. En una de esas, con un poco de suerte, consigo el auspicio de una marca de alimento balanceado. ¿Qué marca no querría lograr que la identifiquen con un grupo de holandeses fumones, vestidos con ropa de cuero, que se llevan unos a otros con correas?

Bueno, voy a investigar un poco en Google. Espero que la ciudad esté preparada para esto. Apago el televisor, enciendo mi transmisor y siento una cosquillita por los pies. Me preparo pa´ bailar y cuento luego hasta tres: one, two, three. ¡Caramba!